La violeta, con su color morado tan característico, nos anuncia la llegada de la primavera, al igual que la mimosa. Es la protagonista de este post y de este mes, aunque en honor a la verdad es muy difícil adquirirla en el lugar que yo vivo y más aún con un mes de antelación.

En una planta de la que existen más de 600 especies y es nativa de Europa y Asia, Fue introducida con posterioridad en América.

Sus flores huelen dulce, con 5 pétalos irregulares, dos de los cuales son erectos.

Se reproduce por estolones y podemos encontrarla en bosques con suelos húmedos y ricos en humus, soportando bien la sombra y rehuyendo de los veranos calurosos. 

Es un planta perenne, sin prácticamente nada de tallo.

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Entre sus usos destaca su utilización para ingerirla tanto cruda como cocida en ensaladas, macedonias; para aromatizar vinagres, bebidas, mantequillas; cristalizándose con azúcar, sirope o sorbete de violetas, Además también se puede usar en infusión por sus beneficios para el sistema respiratorio.

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Algunos datos históricos curiosos nos muestran que era muy querida en la Antigüedad, ya que se utilizaba para trenzar coronas y guirnaldas.

El violeta es un color funéreo en distintas culturas. En algunas versiones del mito de Perséfone describían a la joven recogiendo violetas cuando Hades la secuestró. En el cristianismo la violeta se convierte en uno de los atributos florales de la Virgen.

Por otro lado, Napoleón Bonaparte toma esta flor erigiéndola como emblema en contraposición a la flor de lis de los borbones. Incluso en el Siglo XIX fue muy famosa la figura de la violetera que vendía por calles y plazas ramitos de esta flor, para llevarlas prendidas en el ojal.

Llegó a protagonizar poemas o canciones tan famosas como "La violetera", que inspiró la película protagonizada por Sara Montiel a mediados del Siglo XX.

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Si tienes la gran suerte de encontrar una violeta en un paseo por el bosque, préstale un tiempo, ya que no es tan fácil verlas de forma silvestre.